A mi padre

Un capitán de la marina mercante me comentó un día que una determinada naviera había prohibido a sus tripulaciones usar el GPS para navegar, ya que temían que sus barcos estuvieran en peligro en caso de que el sistema de posición por satélite dejase de funcionar.

Esta anécdota me recuerda a mi niñez y a mi juventud, cuando observaba a mi padre afinar los carburadores de aquellos coches americanos, los fabulosos Cadillacs de aquel entonces, con un simple destornillador y a los que acercaba el oído hasta conseguir la perfecta afinación. Cuando miro al fondo de mi taller o trabajo con el torno, invade en mi mente el recuerdo, de él, enseñándome el arte de pulir y dar forma a pedazos de acero, que tras cientos de miles de vueltas se transformaban en relucientes piezas de artesanía destinadas a darle una nueva vida a un viejo Mercedes. Mi padre me marcó la senda del camino al futuro que ahora vivo con un presente diario lleno de intensidad. Las cosas han cambiado desde que mi padre nos dejará en el año 2003 por culpa de un golpe de mar, mientras pescaba; su gran afición después de los coches.

En mi memoria ha quedado grabado cada momento a su lado, que me ayudan a emprender la marcha cuando la enorme puerta de MEP se abre, hoy con nuevos adelantos, adelantos que ya no te obligan a pegar la oreja al destornillador. Pero estos nuevos instrumentos no me enseñaron a desarmar y armar una caja de cambios de un veterano Jaguar con la precisión de un relojero suizo. Eso lo aprendí de mi padre.

Mi padre emprendió la marcha en este oficio cuando los zapatos que calzaba eran un impuesto de lujo. Los talleres de la Sidrona, en La Orotava, fueron su cuna para luego establecerse donde actualmente nos encontramos. Aunque para ser del todo certero debo compartir una de esas curiosidades que te hacen fortalecer aun más la figura de tus antepasados: ¡mi padre montó su primer taller en lo que ahora es el salón comedor de la casa de mi madre!

Apenas entendía otro idioma que no fuera el español, pero su gran clientela era extranjera, principalmente alemana. Clientela que conservamos. Nunca dejó de lado su amor por los clásicos. Hombre de amigos no faltó a las citas con su club de Mercedes Benz o a las reuniones de coches clásicos y antiguos allí donde se celebrasen. Por si nos falla el GPS, siempre debemos tener a punto el recuerdo. En memoria de mi padre y maestro, Cipriano Escobar Hernández (Chano) 1936-2003